La terapia narrativa es un estilo de psicoterapia cuyo objetivo es «empoderar» a las personas para que reescriban su narrativa de una forma más compasiva. Consiste en tomar consciencia de cómo las historias que se cuentan a lo largo de la vida influyen en el bienestar y en la autopercepción.
Y es que, por lo general, cada experiencia e interacción recibe un significado que influye en cómo alguien se ve a sí mismo y al mundo. Partiendo de esto, este modelo terapéutico propone crear historias que puedan reforzar la autoestima, la vida profesional, las relaciones y las habilidades. ¿Quieres saber más al respecto?
¿Qué es la terapia narrativa?
La terapia narrativa surge de la mano de Michael White y David Epston. Su desarrollo es cercano a la evolución que se da en el ámbito de la terapia familiar y sistémica en los años 80 y 90. Una de las ideas más fuertes tiene que ver con la idea de que la persona no está sola, sino siempre en relación a un contexto.
White y Epston estaban muy interesados en el modo en que nos contamos a nosotros mismos, nuestra vida y nuestra identidad. Consideraban que a través de dichos relatos no solo estamos describiendo nuestra vida, sino también constituyéndola.
De allí la importancia de conocer los significados, los valores y las creencias detrás de dichas historias. Sentidos que tienen no solo un anclaje individual, sino que están fuertemente determinados por el contexto y lo social.
La terapia narrativa es un tratamiento conversacional que se caracteriza por el trabajo conjunto del terapeuta y la persona (coautor) en la construcción de nuevas historias —desde un enfoque colaborativo— orientadas hacia aquello que se quiere lograr.
Parte de la idea de que la persona cuenta con recursos y habilidades para hacerlo, mientras que el rol del terapeuta es el de acompañar o guiar en el camino hacia el conocimiento.
Tiene una fuerte base en el construccionismo social. Postula que las creencias, las ideas, los valores, las normas, las prácticas y los discursos no están allí desde siempre, sino que son construcciones desde las cuales nos posicionamos para interpretar el mundo.
Principios de la terapia narrativa
Para la construcción de nuevos relatos o de narraciones alternativas, la terapia narrativa se basa en diferentes principios y herramientas. Destacamos las principales a continuación.
Las metáforas narrativas
Las historias que contamos son una selección de hechos secuenciados, que se van conectando a través del tiempo. Estas narraciones nos aportan un sentido de nosotros mismos y de lo que nos rodea, y también nos sirven como referentes para actuaciones futuras.
Sin embargo, una historia es justamente una sola forma de contar las cosas. Por eso, a través de la terapia narrativa se invita a crear narraciones alternativas en las que se incluyan aspectos o detalles que habían sido omitidos con anterioridad.
Bautizar el problema
En las primeras sesiones, la narración suele presentarse más desordenada, como si fuera una catarata de episodios. Sin embargo, a medida que la persona se va expresando, ese flujo se va ordenando.
En este momento el terapeuta busca que el paciente le ponga un nombre a aquello que lo aqueja o que lo define. Puede hacerlo a través de una palabra o de alguna frase breve. De este modo, se pretende «externalizar el problema», otro de los principios.
Al nombrarlo, es necesario cuidar diversos aspectos en relación al lenguaje; que el paciente elija las palabras que mejor describan la situación (que no sean impuestas) y que dichas palabras no refuercen la situación que sostiene el problema. Asimismo, el terapeuta, en sus devoluciones, trata de emplear el lenguaje del consultante.
La externalización del problema
A través de esta estrategia se busca volver el problema más concreto y manejable. De lo que se trata es de despatologizar al paciente, anclado a un diagnóstico o etiqueta.
La externalización se emplea como técnica para que las personas puedan tomar distancia del conflicto y no reconocerlo como inherente a la personalidad. Así, al poner el problema afuera, se empieza a debilitar la idea de uno mismo como débil o inútil.
Considerar el contexto y las circunstancias
Los problemas y las historias no se dan en el vacío, sino en un contexto social e histórico determinado, en los que están presentes distintas relaciones de poder.
Tener en cuenta estas circunstancias, explicitarlas y compartirlas con la persona ayuda a entender que muchas situaciones tienen una relación directa con ellas. A su vez, esto permite alivianar el peso de la culpa.
Preguntarse por los efectos del problema
El terapeuta guía al paciente para que identifique de qué modo el problema ha influido en su vida; cuáles fueron los «trucos» o las «voces» mediante las cuales el problema se ha establecido, sus comienzos y el contexto en el que aparece.
Pero también se anima a que la persona explore su problema e identifique cuál ha sido su rol en el mantenimiento del problema. Esto es lo que se conoce como «preguntas de influencia recíproca».
La identidad es social
La terapia narrativa parte de una visión constructivista o del posestructuralismo. Considera que la identidad no es algo que debamos descubrir en nuestro interior. No se trata de un «hallazgo» o de algo fijo, sino por el contrario, White afirmaba que es relacional y contextual.
El problema es el problema; la persona no es el problema…
Este es uno de los principios claves sobre los que se sustenta la terapia narrativa. De allí que trabaje sobre la externalización para eliminar el efecto estigmatizante de ciertas etiquetas.
Este modelo de psicoterapia entiende que el significado de un acontecimiento no es «producto de la mente», sino una construcción. Desde allí se opera el cambio.
En sí, amplía las versiones de un mismo hecho y permite que cada uno recupere un rol proactivo y protagonista en las diferentes decisiones de su vida.