En Babylon, la febril y enorme celebración de esos días felices de Hollywood y su abrupta terminación, el director de La La Land ha buscado, con un toque orgiástico, traer de vuelta la efervescencia de las películas silentes.
Pero el exuberante filme de más de tres horas de Damien Chazelle, protagonizado por Margot Robbie, Brad Pitt y el actor mexicano Diego Calva, no es la nostálgica oda que se esperaría de una cinta sobre la época del cine mudo: es mucho más desordenada e interesante que eso.
Al revivir el cine mudo y el surgimiento de las películas con banda sonora, Babylon al igual que lo hizo antes Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen, pone su lente en un momento de transición en el cine, creando una imagen de cómo el progreso tecnológico no necesariamente implica una mejora.
Aquí, el exceso incansable y el hedonismo son la energía maniaca y alocada de las películas y la boca aplastante de la evolución perpetua del medio. Ese frenesí despreocupado es borrado (irónicamente) con la llegada del sonido y otras fuerzas que buscan domesticar las películas. Babylon nos habla a nosotros en esta época del cine.